dimecres, 18 de juny del 2008

amantes...




Quizá fué el mejor saxofonista que he conocido jamás. Deambulaba por las estrechas callejuelas de esa ciudad como si acariciara a una mujer desnuda...con los ojos cerrados...y en cada esquina parecía que bailara un tango con su vieja amante, a la que sostenía entre sus manos agrietadas por el frío de las madrugadas.

Me acuerdo que lo conocí un día 13. Él se reía de mí cada vez que se lo recordaba, y añadía "chico, tuviste suerte de encontrarme el día en que los gatos negros hipnotizan a la luna. Muuuucha suerte". Y entonces empezaba a tocar, como si sus palabras hubieran sido los primeros compases de una larga improvisación...Yo caminaba a su lado, y de vez en cuando acercaba mi botella de ron a las calaveras que nos acechaban desde los tejados marcando el ritmo con el titiriteo de sus dientes. Entre la basura las ratas cantaban antiguas canciones de esclavos y las cucarachas las acompañaban con el blues de sus patas. Todo era música. Hasta sus ojos pestañeaban al compás.

Llovió. Febrero vomitó sapos y culebras en negras nubes y yo huí hacia la primavera. Cuando el tren me devolvió a las alcantarillas sucias de mi ciudad, intenté en vano dar con él. Llegué a pensar que la lluvia lo habría arrastrado hasta el mar...lo imaginaba en las profundidades oscuras del océano, entre las rocas, cubierto de algas bailando en su pecho...


El domingo lo volví a encontrar. Lloraba. El agua de esas tormentas le había llegado hasta el corazón y sus lágrimas saladas le conferían un resplandor extraño a su rostro agrietado. En ese momento miré sus manos. Vacías. Y comprendí.


1 comentari:

J. B. ha dit...

Wow, xaval. Estic descobrint un poeta en tu.
J.